La rockstar argentina, que este mes vuelve a Chile, habla con La Tercera de machismo, espiritualidad y sustancias.
Ayer Fabiana Cantilo celebró un aniversario especial. “Es una fecha importante porque cumplo cinco años limpia”, cuenta desde Buenos Aires. “Hace 16 años que estoy en recuperación, pero tuve mis recaídas, lo que es lógico, porque en este programa no puedes tomar ni fumar, nada, por eso es tan difícil. Cuando recaes te das cuenta que hay que ser totalmente disciplinada. Hay gente que se recupera y se toma su vinito, pero en el caso de los locos ‘sacados’ como yo, es nada. Y si Fabi puede, todos podemos, viejo”, agrega con acento porteño antes de soltar una carcajada.
Tras 35 años de carrera, sumando su época en Los Twist, sus trabajos junto a Charly García y Fito Páez -entre otros colaboradores habituales- y doce discos como solista, la reina del rock argentino vive un periodo de reinvención. Uno más dentro de una vida llena de idas y vueltas, que a sus 58 años la tiene en plenitud creativa -tanto en la música como en su faceta actoral- y espiritual, con una rutina que incluye caminatas, trabajo compositivo, régimen ayurvédico y la práctica del Kriyā yoga.
A dos años de la publicación de Superamor, destacado en los ránkings de los mejores discos trasandinos de la temporada, Cantilo vuelve a Chile con dos compromisos: primero, el martes 14, con un show junto a su banda en Club Amanda, y al día siguiente acompañando a Fito Páez en su recital en Movistar Arena.
¿Cómo definiría su relación con Chile? En comparación a la de sus colegas ha sido algo más intermitente.
Estoy muy feliz de volver porque me encanta Chile y lo conozco muy bien. El sur, el norte, las playas, todo, desde las primeras giras a fines de los 80. Pero después, en los 90, tuve una pelea con un señor de la tele y desaparecí. No es que no quisiera volver, ¡no podía! En ese tiempo yo no tenía tanta paciencia. No quiero dar nombres pero este tipo me preguntó si me gustaba más Fito o Charly, algo así, desde un lugar muy machista. No nos peleamos pero hubo mala onda y después me echaron del programa. Y luego desaparecí de Chile. Quizás pude haber sido un poco más sutil, más sumisa, pero esa palabra no me va.
¿Ha sentido el machismo en la escena musical durante su carrera?
En Argentina y Chile compartimos el machismo, pero no es de los músicos, sino que de algunos productores y periodistas. Y sí, mi vida a veces fue difícil por eso. La cuestión es que yo ahora me encargo de respetar a las mujeres, yo hablo de Claudia Puyó, de Hilda Lizarazu, de Celeste Carballo, me encargo de elevar la voz y defender a mis compañeras. Conmigo ya no se meten porque trascendí al único enemigo que tenía, que eran las sustancias que me paraban el cerebro. Cada uno tiene su talón de Aquiles y el mío era la angustia.
¿Ahora se siente distinta, más serena, más conectada con lo espiritual?
Te voy a decir una máxima de vida: estamos en un mundo en guerra y todos podemos morir, por el terrorismo, por los despelotes climáticos. Estamos arrojados a la incertidumbre del destino y hay que tomar cada momento como oro porque no hay otra cosa que el presente. Ante tanto caos, pienso: ¡Que se pudra todo! Yo me veo en un bote ayudando a salvar a los buenos del mundo.
En ese sentido, ha aprovechado bastante estos cinco años, sacando discos pero también actuando en cine.
Yo siempre fui actriz, lo que pasa es que tanto rock and roll, drogas y novios, como dice el dicho, le ocupan a una mucho tiempo. Ahora no tengo ni sexo ni drogas, sólo quedó el rock and roll (risas). Y tengo mucho tiempo, entonces estoy en clases de teatro, compongo… es interesante la vida si la ves desde ese lugar, minimizando los dramas todo el tiempo.